Ferrari tenía una sólida pareja de pilotos. Gilles Villeneuve era el ídolo de la afición. El piloto más amado que nunca hayan tenido los tifosi, mientras que Didier Pironi era la gran promesa francesa y afrontaba su segunda temporada en la Scuderia. Con un coche muy rápido, que ya había hecho olvidar la mala temporada anterior del equipo, el panorama en Ferrari no podía ser mejor. Nada hacía presagiar que un futuro tan halagüeño se iba a torcer de una forma tan dramática y funesta.
Ferrari tenía una sólida pareja de pilotos. Gilles Villeneuve era el ídolo de la afición. El piloto más amado que nunca hayan tenido los tifosi, mientras que Didier Pironi era la gran promesa francesa y afrontaba su segunda temporada en la Scuderia. Con un coche muy rápido, que ya había hecho olvidar la mala temporada anterior del equipo, el panorama en Ferrari no podía ser mejor. Nada hacía presagiar que un futuro tan halagüeño se iba a torcer de una forma tan dramática y funesta.